jueves, 17 de mayo de 2012

La vigorosa furia de aquel pajarraco, eso fue lo que me estancó durante un par de años, y ahora que estoy acá no he logrado visualizar sus ojos entre tanto aire doblado. Mis ojos semiderruidos y la opaca tarde en que tu sarcástico rostro vacío todos los recuerdos, entre los acordes de las aburridas mañanas y las volátiles percepciones – autorretratos-. Hay tiempo de sobra, y muchos dibujos empapelados en tinta blanca; que esperábamos de nuestra ansiada juventud, “divina juventud” acorazada entre similitudes mal parecidas, aún estamos acá, recostado bajo los fierros de la cama y no esperamos más. A veces deseamos que el tiempo pase entre los poros de nuestros brazos y que los golpes en falso no caigan ni pesen en nuestras cabezas.

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