jueves, 3 de junio de 2010

Un Microbiocuento

I
Se hacen ya tal vez un cuarto para las siete, Nos reunimos en la mesa como lo es aveces normalmente... se ven cinco sillas ocupadas y una sin presencia, las mandibulas se mueven de una manera oscilante para mis ojos, y en nuestra secta familiar ya nos hemos cansamos de karmizar nuestros profundos e inmemorables sueños. Un sonido algo utópico son los tenedores recogiendo los granos de arroz que entre sus dientes se resbalan como alguna paráfrasis en momentos inadecuados. se prende un fosforo y rompe el silencio inexistente, y sus ojos se demoran bastante mas, que la polvora en endencerse.

II
La comida se ve cansada y nadie sabe como reaccionar, aunque todos saben sus deberes atrasados. De una manera inconsiente el joven se levanta sin alargar su salida y se dirige hacia el pulcro baño, en el no duda en bajar su buzo y se sienta a botar sus mayores temores, se demora un poco mas de cinco minutos, luego se levanta y se va sin titubiar la ponzoña o infeccion de su sentido.

III
Son once cansadores escalones, en el que cada uno libera un hambre de conocimiento, y él que ya ve el porvenir de sus imagenes, baja y como ya han de saber aún no logra reconocer el ambiente, llega a piso firme mira a sus alrededores, lavan la loza, ven television, juegan computador. Yo, él se dirige a la mesa de comida, se sienta y comienza a comer entre sus lapices.

¿Aún tienes hambre?
- No, solo me despido.

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